martes, 25 de enero de 2011

¿En qué se diferencia un banco de una caja de ahorros?

El principal rasgo que distingue a unos y otras es el fin al que van a parar sus beneficios anuales



Cuando surge la necesidad de contratar los servicios o productos de una entidad financiera, pocos son quienes basan su decisión en función de si es una caja de ahorros o un banco. Una disyuntiva que puede desaparecer en poco tiempo, ya que comienza la cuenta atrás para la conversión de cajas de ahorro en bancos, una reforma impulsada por el Banco de España de acuerdo a los efectos que este cambio tendría en los mercados de la deuda. No obstante, la realidad es que la conversión de las cajas en bancos por imposición legal está todavía en el aire, de ahí que convenga recordar cuáles son las razones de trabajar como clientes con bancos o cajas. Son las condiciones económicas, los tipos de interés y otras cuestiones los aspectos que finalmente tienen la última palabra. Pero, desde el punto de vista del consumidor, ¿qué hace diferente a una caja de ahorros de un banco? Aunque "a priori" pueda parecer que se está ante un mismo tipo de empresa -ya que las gestiones que se llevan a cabo en una u otro son muy similares- y que lo único que varía es el nombre, lo cierto es que hay distintos aspectos que diferencian a unas entidades financieras de otras, especialmente, el destino al que van a parar sus beneficios anuales.
Autor: Por ROSA CUEVAS

Lucrarse o no, ésa es la cuestión

Las cajas de ahorro nacieron en el siglo XIX por orden ministerial como instrumento para fomentar el ahorro de las clases populares y combatir la usura, en competencia con quien la practicase. No son, por tanto, en su esencia, sociedades con ánimo de lucro. Con el paso del tiempo, esta particularidad se reguló por ley, de modo que las cajas de ahorro están obligadas a destinar sus beneficios anuales a reforzar su solvencia y futuro económico -lo que comúnmente se conoce como "reserva"- y a atender las necesidades sociales -dinero para obra social-.

En cuanto a las cantidades que se deben aportar, legalmente tienen que destinar, como mínimo, el 50% de su excedente a reservas obligatorias para asegurar su liquidez presente y futura; el resto debe estar dedicado, sin excepción, a su obra social, que puede extenderse a campos tan variados como la conservación del patrimonio histórico y artístico, las ayudas a grupos sociales desfavorecidos, la cultura, el deporte, etc. Frente a esto, los bancos son entidades con ánimo de lucro y, como tales, tienen legitimo derecho a repartir sus beneficios entre sus accionistas al término del ejercicio económico o a invertirlos en lo que ellos consideren oportuno.
Por ley, las cajas de ahorro están obligadas a destinar sus beneficios anuales a atender necesidades sociales
En el año 2007, el porcentaje que fue a parar a las reservas de las cajas de ahorro de España alcanzó el 82% de sus beneficios, mientras que el 18% restante estuvo dedicado a sus obras sociales. No obstante, según un estudio elaborado por la Confederación Española de Cajas de Ahorros, en colaboración con PriceWaterHouseCoopers, la cifra que se destinó a esta tarea fue de 1.824 millones de euros. De esta forma, cada español recibió de la obra social de las cajas algo más de 40 euros, frente a los 27 que -según el informe- se recibían en el año 2003. Además de esto, el estudio analiza el papel que tiene la obra de estas entidades financieras en la creación de empleo. El resultado es halagüeño: más de 36.000 puestos de trabajo se crearon por estas iniciativas sociales.
En décadas anteriores las cajas de ahorro estaban especializadas en el ahorro familiar y en las pequeñas empresas, pero lo cierto es que hoy en día esas diferencias no son tan grandes y tanto bancos como cajas atienden al mismo perfil de cliente.

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